Contenidos de estudio para el examen segundo bimestre décimo
(incluye contenidos de primer y segundo periodo)
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Literatura española de la Edad Media.
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Géneros literarios.
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Poesía épica.
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Jarchas.
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Literatura española del Renacimiento.
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Novela de caballería.
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Novela picaresca.
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Literatura española del Barroco.
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Contexto del Barroco.
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Características del arte del Barroco.
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Conceptismo y culteranismo.
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Tipos de textos: argumentativo, descriptivo,
expositivo, etc.
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Estructura de los textos.
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Texto argumentativo y ensayo.
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Comprensión de lectura.
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Ortografía y producción textual.
TEXTOS
COMPLEMENTARIOS
La lectura y análisis de los siguientes textos le
complementará los contenidos trabajados durante el periodo.
Como el padre Buda, la sociedad contemporánea parece
empeñada en impedir que sus hijos se enteren de que existen la enfermedad, la
vejez y la muerte. Al menos en occidente cunde una suerte de religión de la
salud, de la juventud, de la belleza y de la vida que contrastan con el
carácter cada vez más dañino de la industria, cada vez más mortífero de la
ciencia y de la economía. El instrumento principal de este culto es la
publicidad, que cotidianamente nos vende una idea del mundo de la cual tienden
a estar excluidos todos los elementos negativos, peligrosos o inquietantes de
la realidad. Bellos jóvenes atléticos y felices pueblan ese universo de papel y
de luz donde nadie sufre tragedias que no pueda resolver el producto adecuado,
donde nadie envejece jamás si usa la crema conveniente, donde nadie engorda si
toma la bebida que debe, donde nadie está solo si compra los perfumes o
cigarrillos o autos que se le recomiendan, donde nadie muere si consume bien.
Este curioso paraíso de bienestar y belleza y
confort, tal vez no tiene parangón en la historia de las religiones, que
siempre derivaron parte de su poder de recordarle al hombre sus limitaciones y
lo patético de su destino. Pero yo me atrevo a pensar que aun las
religiones más despóticas e indeseables se empeñaban en salvar al
hombre, eran sinceras incluso en sus errores y sus extravíos, y en cambio, esta
opulenta religión contemporánea no es más que la máscara infinitamente
seductora de un poder inhumano, que desprecia ostentosamente al hombre y al
mundo y que ni siquiera lo sabe.
Esta extraña potestad ha descubierto lo que
descubrió Schopenhauer, que el destino del hombre no es más que una cadena de
apetitos que siempre se renuevan, un anhelar que no encuentra jamás su saciedad
definitiva, un girar eternamente en la rueda de la necesidad y en la ilusión de
satisfacerla. Pero ese descubrimiento, que puede llevar a un filósofo a
proponer la valoración absoluta de un instante, el gozo de lo efímero, y
la exaltación del deseo que “siempre recomienza” – como el mar de Valery -, ha
llevado a la industria a aprovechar esa condición humana para los atroces
designios de una acumulación ciega y sórdida. Los valores que la
humanidad exaltó durante siglos como formas ideales o especialmente gratas de
su existencia, la juventud, la salud, la belleza, el vigor, termina siendo
utilizados como señuelos para inducir a los hombres a un consumo cada vez más
artificial e injustificado.
Vemos a esas hermosas muchachas que vacilan entre el
pudor y la ostentación, en la más tentadora de las fronteras; vemos eso
jóvenes andróginos que copian los gestos de los mármoles clásicos; vemos
parejas como sorprendidas en los umbrales del amor y el deseo; todo es
allí tentación y sensualidad, todos esos cuerpos están ofrecidos, a la vez como
promesas y como paradigmas de una vida plena y feliz en la que nunca
cesa el ritual, donde la plenitud no tiene pausas, donde el amor no vacila,
donde la vitalidad no fatiga y la belleza no parpadea, en su estudiosa
eternidad de fotografías y películas comerciales, y nos parece que hay una legión
de seres trabajando para nuestra felicidad. La magia homeopática funciona.
Llegamos a pensar que esa bebida gaseosa nos hará bellos, que esa crema nos
hará jóvenes, que esa bicicleta estática nos hará perfectos, que ese alimento
nos hará inmortales; y nuestra existencia llena de imperfecciones, y vacíos, y
soledades, parece tocar por un instante el incontaminado reino de los arquetipos.
Pero pasa el consumo y la vida sigue su combustión
y su desgaste. Renacen los apetitos y no acabamos de entender por qué hay algo
en nosotros cada vez más insatisfecho, algo que parece cada vez más indigno y
más derrotado. Tal vez nunca seremos tan bellos, aunque compremos todo lo que
nos venden, tal vez nunca seremos tan saludables, tan serenos, tan exitosos,
tan admirados, tan ricos. Las ilusiones que nos obligan a comprar se revelan
inaccesibles, pero finalmente la falla no estará en los opulentos
arquetipos sino en nuestra imperfección.
Tomado de
Ospina, W. (1994). Es Tarde para el Hombre.
El Canto de las Sirenas (fragmento).
Editorial
Norma.
Es
hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es
un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es
una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.
Este
es el niño Amor, éste es tu abismo.
¡Mirad cual amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!
Francisco
de Quevedo.
1.
Actualmente
se destruyen, en América, bosques inmensos que nadie se preocupa por replantar.
Tan brutal destrucción de lo que en sentido físico representa los pulmones de
la tierra, merece de su benevolencia juvenil el calificativo de “industria
forestal”. Una industria como la de los indios cuando cambiaban oro por
vistosos collares de cuentas de vidrio. Hoy entregamos el oro de nuestros
bosques por el vidrio coloreado.
2.
La cometa
es un juguete que se eleva por el aire con la fuerza del viento. Sin su cola,
daría vueltas y muy pronto se estrellaría contra el suelo. La cola de cordel y
papel equilibra y dirige la cometa que sube majestuosamente hacia el cielo.
3.
Cada año,
cuando a vuelta de los exámenes llegábamos a las casas de los Sauces, nuestra
primera visita era a Andrea, que
suspendía el jabonado de la ropa para lanzar un par de gritos de sorpresa y
llorar después como una niña consentida. Siempre nos encontraba más altos, más
gordos, más buen mozos y concluía por ofrecernos el obsequio de siempre: harina
tostada con miel de abejas.
A CIERTA DAMA QUE SE DEJABA VENCER DEL INTERÉS ANTES
QUE DEL GUSTO
Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
La sangre de su pecho vierte en vano,
Vende Lice a un decrépito indïano
Por cien escudos la mitad del lecho.
¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,
Sabiendo que halla ya paso más llano,
La bolsa abierta, el rico pelicano,
Que el pelícano pobre, abierto el pecho?
Interés, ojos de oro como gato,
Y gato de doblones, no Amor ciego,
Que leña y plumas gasta, cient arpones
Le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
Arrimándole al trato cient cañones?
Luis de Góngora. (1.608).