NIÑECES DE ESPLANDIÁN
Habiendo Esplandián cuatro años que naciera, Nasciano el ermitaño
envió por él que gelo trujesen, y él vino bien criado de su
tiempo; e viólo tan fermoso, que fué maravillado, e santiguándolo,
lo llegó a sí, y el niño lo abrazaba como si lo conociera.
Entonces hizo volver al ama, e quedando allí un fijo que de la
leche criara a Esplandián; y entrambos estos niños andaban jugando
cabe la ermita; de que el santo hombre era muy alegre, e daba
gracias a Dios porque había querido guardar tal criatura. Pues así
acaeció que, siendo Esplandián cansado de folgar, aechóse a dormir
debajo de un árbol, e la leona –que ya oiste que algunas veces
venía al ermitaño, y él le daba de comer, cuando lo había –vió al
niño e fuése a él e andovo un poco al derredor oliéndolo, y
después echóse cabe él; y el otro niño fué, llorando, al hombre
bueno, diciendo cómo un can grande quería comer a Esplandián. El
hombre bueno salió e vió la leona, e fué allá. Mas ella se vino a
él, falagándolo; e tomó el niño en sus brazos, que era ya
despierto, e como vió la leona, dijo: «Padre, fermoso can es éste.
¿Es nuestro?» –«No», dijo el hombre bueno, «sino de Dios, cuyas
son todas las cosas.»– «Mucho querría, padre, que fuese nuestro.»
El ermitaño hobo placer e díjole: «Fijo, ¿queréisle dar de comer?»
–«Sí» dijo él. Entonces trajo una pierna de gamo que unos
ballesteros le dieran; y el niño dióla a la leona y llegóse a ella
e poníale las manos por las orejas e por la boca. E sabed que de
allí adelante siempre la leona venía cada día e aguardábalo, en
tanto que fuera de la ermita andaba. E de que más crecido fué,
dióle el ermitaño un arco a su medida, e otro a su sobrino; e con
aquéllos, después de haber leído, tiraban, e la leona iba con
ellos, e, si herían algún ciervo, ella gelo tomaba; e algunas
veces venían allí algunos ballesteros, amigos del ermitaño, e
íbanse con Esplandián a cazar por amor de la leona, que les
alcanzaba la caza, y de entonces aprendió Esplandián a cazar.
Jünemann, Guillermo. Historia de la literatura española y
antología de la misma. Herder. Madrid. 1913.
II. (En romance)
Vayse meu corachón de mib.
ya Rab, ¿si me tornarád?
¡Tan mal meu doler li-l-habib!
Enfermo yed, ¿cuánd sanarád?
(traducción al castellano actual)
Mi corazón se me va de mí.
Oh Dios, ¿acaso se me tornará?
¡Tan fuerte mi dolor por el amado!
Enfermo está, ¿cuándo sanará?
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